Texto de Gilberto Gutiérrez Silva para el Primer Foro Cultural del Sotavento

Enviado por Rafael el

Tlacotalpan, Veracruz, México

24 de noviembre de 2001

Presente en el territorio jarocho, que abarca porciones de los estados de Veracruz, Tabasco y Oaxaca, el son jarocho ha sido un elemento de identidad fundamental e histórica, en la que cabe destacar, que medios masivos de comunicación, llevaron a esta tradición a una decadencia que provocó un rompimiento generacional, así mientras el fandango perdía terreno frente a nuevas y atractivas modas de músicas y bailes. A partir de ese momento, es en el medio turístico y cinematográfico donde el son cobra auge, alejado del fandango y de cualquier contexto cultural con la comunidad. A fines de los 70s, sucede un acontecimiento que posteriormente tendría repercusión en lo que a la fecha se denomina como el “movimiento jaranero”, en la práctica este consistió en la reivindicación del son jarocho, el fandango y su origen campesino, y con ello los conceptos anteriores a la comercialización del género.

Para 1980 se encuentra en escena el Encuentro de Jaraneros de Tlacotalpan y el grupo Mono Blanco con Don Arcadio Hidalgo a la cabeza; radio educación, uno de los principales impulsores del encuentro, se encargó de transmitirlo a nivel nacional y por increíble que parezca, se esforzaron rastreando grupos que participaran, en tanto que Don Arcadio Hidalgo y el grupo Mono Blanco presentes desde el segundo encuentro, viajaban por el país difundiendo el son fandanguero y posteriormente regresaban a las comunidades para fomentar la tradición con talleres y fandangos.

Al finalizar el siglo XX, los rostros llenos de expresión y curtidos de sol desaparecieron, al mismo tiempo aparecieron los jóvenes ávidos de aprender, demostrar sus avances y ser parte del fandango que finalmente recuperaba su lugar en la fiesta jarocha. Al iniciar el siglo XXI, se puede decir que el son jarocho es de los géneros tradicionales de México que con más dinamismo se encuentra, hay numerosos grupos multigeneracionales y ahora se cuenta con grupos infantiles y juveniles, existen numerosos encuentros de música y los fandangos han pasado a ser parte fundamental de las fiestas patronales, además se ha avanzado mucho en la investigación y documentación de los orígenes del son, a la vez que sones caídos en desuso han regresado para engrosar el repertorio tradicional.

El fandango rebasó su ámbito regional para instalarse en la Ciudad de México y aún más allá de las fronteras, haciéndose realidad en algunas ciudades de Estados Unidos de Norteamérica, como San Francisco, Chicago y Los Ángeles. El momento que vive el son jarocho y el fandango actualmente, nos da muchas expectativas, los grupos aparte de amenizar las fiestas tradicionales, hacen trabajo comunitario promoviendo la enseñanza y se dan tiempo de componer nuevos sones y otras propuestas musicales que empiezan a hacerse notar dentro del panorama nacional de la música. La realidad es que a pasos agigantados, nuestra tradición pasa de ser rural a ser urbana, esto merece replantear las nuevas necesidades en la enseñanza, ya que si bien el aprendizaje por imitación y la transmisión del conocimiento entre padres e hijos fue eficiente pero en la actualidad es inviable.

Ante el panorama anteriormente mostrado, consideramos que la enseñanza de la música tradicional necesita de un cambio, que si bien se va dando lentamente, aun así merece atención por parte de quienes nos encargamos de promover la cultura, instituciones y sociedad civil. Como en buena medida el son ha dejado de ser rural ya que la mayoría de los jóvenes músicos pertenecen a la ciudad, y en el campo se vive el fenómeno de la migración y los jóvenes abandonan su lugar de origen a muy temprana edad en busca de mejores horizontes o en el mejor de los casos por razones de estudio.

Observando esta situación podemos afirmar que el futuro del son jarocho y el fandango ya no están en el campo y no se puede esperar que el aprendizaje por imitación entre generaciones sea suficiente, por lo que planteamos el inicio de una enseñanza escolarizada, en donde los estudiantes además de estudiar el género y participar en la tradición, aprendan los principios básicos de la notación musical, con esto se logrará un avance significativo en el desarrollo del son y acercará a los músicos jarochos al infinito universo de la música, les será más fácil interactuar con músicos de otras disciplinas y serán mejores instructores para los músicos de otras culturas interesados en aprender el son jarocho. Esto será el inicio de lo que en el futuro podría ser una especialización en el estudio de la música tradicional de Veracruz; podemos citar el caso de la escuela cubana donde se puede graduar lo mismo de guitarrista que de tresero, de este modo se garantiza la continuidad de la tradición y se impulsa el desarrollo musical de Veracruz y México, quedando pendiente el gran acuerdo entre los músicos para definir las líneas de acción.